Es triste que a estas alturas tengamos que defender la Constitución española, pero nos vemos obligados a hacerlo ante los ataques que viene sufriendo por parte de partidos que incluso tienen responsabilidades de gobierno. El pleno de la Diputación de Málaga ha aprobado la moción que he presentado con el Partido Popular para reivindicar nuestra Carta Magna y la Corona. La banda social-comunista ha votado en contra.
Se ataca la unidad de España y la igualdad de los españoles, la separación de poderes e incluso la Jefatura del Estado. Todo forma parte de un plan maquiavélico destinado a poner en cuestión todo lo que nos une. Pretenden deslegitimar la Constitución, que es el sustento y la base de la transformación económica y social que ha experimentado España en los últimos 42 años.
La Constitución fue el logro de hombres de Estado que supieron aparcar lo que les diferenciaba y compartir lo que les unía porque querían vivir en democracia. Estuvieron a la altura de las circunstancias y también sus partidos, que en algunos casos sacrificaron cuestiones básicas de sus programas para poder convivir, sin revanchismos. Había que ceder para tener una sociedad mejor.
Este ejemplo que nos dieron aquellos políticos está muy lejos de lo que estamos viviendo en nuestros días. Hay una parte de nuestro espectro político que no ha aprendido o no ha querido aprender la lección que nos dieron los padres de la Constitución. Esto no iba de vencedores o vencidos, ni de abanderar la victoria frente a la derrota. Pero en ello están. No quieren diálogo, quieren imposición. Pero imposición de lo que ellos pretenden que sea este país. Un estado más cercano a Venezuela o Cuba, donde el odio y el miedo estén arraigados en el sentir de la ciudadanía. No quieren concordia, quieren imponer una sociedad que se pliegue a su sed de poder, y pretenden lograrlo atacando la estructura fundamental de nuestra democracia. Una democracia que nos dimos los españoles, conviene recordarlo porque se les ha olvidado o ni siquiera les importa.
Ejemplo reciente de lo que estamos hablando lo tenemos con la arbitraria renovación del Consejo General del Poder Judicial que pretende hacer el Gobierno, que debilita a España y sus instituciones y que ha provocado que Europa nos tire de las orejas, aunque la izquierda no se sonroje porque todo le vale para lograr sus objetivos. Es momento de reivindicar el espíritu de nuestra Constitución y de garantizar una justicia independiente.
Los grandes acuerdos de España han llegado siempre desde el diálogo. El camino está en el diálogo y en el respeto a nuestras instituciones. Pero en el diálogo con los demócratas, no con los amigos de la ETA que ahora algunos quieren blanquear. El camino no está en los ataques a la Corona ni en el frentismo y en el rechazo a España que algunos desean instaurar no porque crean en ello, porque no creen en nada, sino porque con estos comportamientos pretenden fomentar el odio entre españoles que, mezquinamente, piensan que les va a ayudar a lograr sus objetivos.
Desde esta institución debemos reivindicar nuestra Constitución porque ha establecido las bases de nuestra convivencia. Porque España ha avanzado y seguirá avanzando gracias a ella y con ella. Y todo lo que se aleje de ella nos llevará al desastre. No se trata de liquidar nuestra democracia y el éxito que supuso nuestra Transición, sino de todo lo contrario.
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